22/5/10

Viajes por el alma.

   Siempre me gustó viajar. Ese abrirme a lo desconocido, ese dejarme sorprender con nuevos paisajes, con formas nuevas, con gentes que imagino diferentes, con estilos de vida que desearía desentrañar para comprender un poco más, los muchos mundos que hay en nuestro mundo.
Qué fascinante me resulta, descubrir la belleza y la armonía en lo cotidiano, en lo pequeñito y supuestamente vulgar, y también, qué decepcionante descubrir la vulgaridad en la pretenciosidad y grandilocuencia de alguna de las supuestas maravillas para viajeros incautos.
   Pero a veces viajar me cansa, me desconecta de mí misma con su movimiento incesante, con su avaricia de verlo todo, con la frustración de no poder llegar al corazón de esa ciudad, o ese lugar maravilloso que me atravesó en un instante y que quizás no vuelva a ver nunca, y siempre, siempre, me siento que vivo otra vida, que la mía de todos los días, se diluye, se desvanece, y por un tiempo me siento además de extranjera, aventurera en un comienzo incierto y ávido de posibilidades.
   Un día, de eso ya hace tiempo, comencé a hacer viajes por el alma.
Yo creo que todos hacemos viajes por nuestra alma, pero a veces no nos damos ni cuenta. Mis primeros viajes fueron de ésos, de los de no darme ni cuenta, y fueron duros, muy duros, porque por necesidad, viajé a lugares en guerra, desolados, oscuros y sobrecogedores, llenos de muerte; en ellos aprendí cosas que ignoraba y también comencé a vibrar con un dolor sordo y con el descubrimiento de una ternura que desconocía.
Los recuerdos que me traje de aquellos lugares, me hicieron sentir más humana y más viva, como si hasta entonces mi vida hubiese sido irreal, con un guión aprendido, representando sentimientos y emociones que realmente no eran míos.
   Años después, comenzaron los otros, los viajes por el alma que me gusta recordar, los hermosos, emocionantes y sorprendentes.
Empezaron con visualizaciones dirigidas en trabajos grupales, y me resultaba tan sorprendente sentir cómo aparecían dentro de mí imágenes más allá de mi control, con una espontaneidad que escapaba a mi posible manipulación, y lo que se me ofrecía era tan generoso, fértil e imaginativo, que desbordaba cualquier intento creativo por mi parte.
Es así como comencé a creer en la existencia dentro de mí, de un mundo inexplorado, un mundo que no podía ni suponer, y cada nueva posibilidad de aventurarme en él me atraía y fascinaba.
   Pero fue con una experiencia a través del yoga del sueño, cuando me sentí realmente traspasada por algo totalmente desconocido para mí hasta ese momento por la profundidad de la conciencia emocional a la que pude llegar; el sentimiento de amor y plenitud que experimenté, me dejó boquiabierta.
Y a este sorprendente viaje, siguieron otros igualmente sorprendentes.
Con ellos, confirmé mi idea sobre la existencia de ese mundo interior absolutamente prodigioso, un mundo en el que mis vivencias, podían superar con creces cualquier experiencia vivida en el plano físico.
   Después, durante años, volvió a atraparme lo cotidiano con su mirada de todos los días, y solo viajaba con el cuerpo; los viajes por el alma pasaron a ser hermosas experiencias que recordar, y también algo que por alguna razón no me permitía.
Ahora, otra vez, mi corazón aventurero y curioso quiere volar alto y me ha traido de nuevo esos viajes por el alma que tanta felicidad, armonía y paz me regalaban.
Y en ello estoy, explorando mi alma, recogiendo emoción y plenitud; descubriendo una inmensidad de mí misma asombrosa y extraña, y coleccionando recuerdos de los lugares que visito que llenan mi vida de sentido, de coherencia, de alegría.
   Los viajes por el alma, como los del cuerpo, no me dejan indiferente; aparte de los recuerdos, lo más importante es que ahora sé que esos lugares físicos o psíquicos que visito, existen, son reales cada uno a su manera, y lo sé porque puedo fundirme con ellos con todos mis sentidos, con los del cuerpo, y con los otros, con los del alma.

5/5/10

¿Y la felicidad?

 La vida es un paseo permanente hacia la búsqueda de la plenitud total. (Ana Daza)
Si algo he aprendido, es que nadie nos garantiza la felicidad al nacer, mas bien, y según parece, llegamos para sufrir, para deshacernos en lágrimas ¿o acaso no nos dijeron que este mundo nuestro era un valle de lágrimas?
Este tipo de comentarios, escuchado continuamente, nos horada la moral... como una maliciosa e inofensiva gotita de agua puede horadar la piedra mas dura... y el resultado es que vivir la vida con alegría es casi una provocación, y nos cerramos a la oportunidad que los dioses nos regalan de experimentar, evolucionar y engrandecernos... pero yo lo comprendo ¿a quien le apetece sufrir?, ¿quien no se arruga en un mundo tan turbulento y con tantos pedazos grandes y pequeñitos de dolor e impotencia?
Pero llegado el momento de la verdad... y aceptado el hecho de que nadie nos asegura la felicidad al nacer, lo que también he comprendido es que la vida lo que si nos da, es la oportunidad de aprender a ser felices...  uufff  esto me ha hecho respirar tranquila... y para mí, es un hecho incuestionable que ha sido mi propio devenir y mi experiencia, los que me han llevado a esta liberadora conclusión.
Con este punto de partida, ya me siento dueña y señora de mi vida... y la felicidad se transforma en una meta al alcance de mi mano... porque la hago depender de mí, de la forma en que yo soy capaz de interpretar los acontecimientos, de la forma en que mis recursos y mi capacidad de integrar, comprender y evolucionar, va filtrando el día a día de mi vivir.
Durante años confié en que las personas, o los acontecimientos o las cosas, me dieran la felicidad que necesitaba, y una y otra vez sentí que nunca colmaban mis expectativas... y  mi vacío parecía insaciable.
Así fue hasta que poquito a poco, se fueron haciendo mas importantes los detalles, el instante presente, los matices del sentimiento que antes se me escapaban, que otro tipo de estímulos que había valorado como desencadenantes de mi bienestar. En mi paisaje interior, mis picos se han suavizado... pero los valles se han hecho mucho más fértiles y llenos de colorido.
Hay muchas cosas que ya no me ilusionan como antes... pero a cambio han aparecido otras que me fascinan, que me abren a expectativas vitales profundamente conmovedoras, y que me dan paso a una plenitud que desconocía. Mis estímulos son ahora más intangibles, tienen que ver con la forma en que me relaciono conmigo misma, con los demás y con el mundo... y son una fuente de objetivos, retos y satisfacciones.
Todavía muchas veces, me enredo conmigo misma, me desconecto de mi autoestima, de mi poder, y me siento perdida en la niebla espesa y más bien oscura de mis miedos.
Se que eso se produce porque me he desconectado de mi esencia real y no me he dado espacio para el silencio, para la soledad, para el darme cuenta... y entonces, la luz que guia mi caminar se nubla.
En esos periodos que a veces son largos, no se mirar, y lo que veo me trastorna y me duele... y no me doy cuenta, y me creo una realidad que no es, y pienso que luchando, que esforzándome, que peleando, voy a conseguir cambiar las cosas...¡me río!... sí, me río porque una y otra vez la vida me va demostrando que no es así, que los cambios que pretendo aparecen mas facilmente desde la aceptación de mis límites, desde el amor a mi misma y a los demás... y desde luego no lo consigo cuando me lanzo a luchar conmigo... o con las circunstancias... o con mis supuestos "enemigos".
¿Pero que hay de la felicidad?
Todo esto me ha llevado a descubrir que existe un estado de plenitud interior, de gozo, que no tiene que ver con las circunstancias externas, ni con los estímulos que recibo; este estado se produce a partir de mí, desde mi interior, y es una mezcla de confianza y aceptación de la realidad... (porque que tiene sentido mas allá de mis deseos)... y del sentimiento de que soy algo más, algo mucho más grande que mi cuerpo... y mis miedos... y mis logros y circunstancias, y ese "darme cuenta" con todo mi ser, me llena de plenitud y me ayuda en los momentos en que me aprieta el zapato.
Porque no me olvido, de que para avanzar por este "valle de lágrimas", necesito zapatos, y a veces, si no he sabido elegirlos, los condenados me aprietan.
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